Tres de Abril de 1810 (Anno Domini). Cádiz
No bien he asumido las palabras del señor Arliss, en el
sentido de que el desgraciado asunto que me retiene en la embajada británica no
es sino una conjura destinada a comprometer la presencia de las tropas del Rey
en España, cuando se ha presentado el embajador Wellesley con una misiva
dirigida a mí.
Intrigado, pues no reconocí la letra como de alguno de
mis deudos, no pude evitar reparar en la sonrisa de mi ilustre anfitrión:
-Puede que en estos momentos esto no signifique
demasiado para usted pero creo que, al menos, le reconfortará.
Reparé en el nombre del remitente. Me resultaba familiar
aunque no lograba asociarlo a nadie conocido mas, después de leerla, no puedo
menos que afirmar que el embajador estaba en lo cierto en cuanto a que, en
efecto, mi espíritu ha cobrado vigor y se ha reafirmado mi confianza en que
saldré con bien del aprieto en que me hallo. Por otra parte, debo añadir que me
abruma el hecho de que persona tan distinguida se dirija a mí.
Y para aseverar estas palabras, transcribo a
continuación el contenido de la carta:
Sociedad
para la Abolición del Tráfico de Esclavos
Al Hon. Ian Talling,
Segundo Teniente, Segundo Batallón, 87 Rgto.
Mi muy apreciado hermano.
Permita su señoría que le llame hermano pues aunque no
tengo el honor de conocerle en persona creo saber lo bastante de su persona
como para tratarle de tal.
El motivo de esta breve epístola no es otro que
transmitirle a su señoría el agradecimiento y los buenos deseos que nuestros
hermanos han expresado repetidamente a propósito de los hechos acaecidos en el
barco negrero conocido como Portobelho, y la decisiva actuación que su señoría
y sus compañeros de cautiverio para evitar que las desdichadas almas que
transportaba aquella infame embarcación acabasen reducidas a la triste
condición de ser una mera propiedad sometida al arbitrio, y la crueldad, de
hombres sin fe que se lucran a costa de la desgracia de sus semejantes.
Deseo, mi apreciado señor, que sepáis que desde que tuvimos
noticias de su captura por parte de la Marina de los Estados Unidos nuestra
Sociedad no ha dejado de rogar por su alma, y la de sus compañeros, y que
nuestros hermanos de Norteamérica habían recaudado fondos para sostener su
defensa ante los tribunales del Territorio de Louisiana.
Afortunadamente la pronta actuación del cónsul español en
Nueva Orleans, quien gentilmente se hizo cargo de los gastos, no hizo necesaria
nuestra intervención aunque creo que le resultará grato saber que la cantidad
que nuestros hermanos recaudasen, de un monto considerable por cierto, se ha
invertido en la liberación de cuarenta y ocho cautivos del Portobelho quienes
en estos momentos deben estar ya iniciando una nueva vida como hombres libres
en Sierra Leona.
No está en mi ánimo extenderme más de lo debido pues no
habría papel ni tinta en el mundo en cantidad suficiente como para poner por
escrito el profundo agradecimiento que mis hermanos, y quien esto escribe,
debemos a vuestra señoría y a sus valerosos compañeros.
Rogamos por que el Todopoderoso vele por su señoría en el
cumplimiento de sus deberes para con Nuestro Soberano (Q.D.G.) y con la Patria
y le libre de los peligros que ha de arrostrar en la lucha contra los enemigos
de S.M. Es mi sincero deseo poder tener el honor de conocerle en persona e
imponerle la medalla de oro de nuestra Sociedad, sufragada por suscripción
popular, como una pobre muestra de nuestras reiteradas gracias por su noble
proceder.

Atenta y respetuosamente vuestro
Thomas
Clarkson
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