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lunes, 17 de septiembre de 2012

LIBRO II "ERIN GO BRAGH". Capítulo II



Tres de Abril de 1810 (Anno Domini). Cádiz

   No bien he asumido las palabras del señor Arliss, en el sentido de que el desgraciado asunto que me retiene en la embajada británica no es sino una conjura destinada a comprometer la presencia de las tropas del Rey en España, cuando se ha presentado el embajador Wellesley con una misiva dirigida a mí.

    Intrigado, pues no reconocí la letra como de alguno de mis deudos, no pude evitar reparar en la sonrisa de mi ilustre anfitrión:

   -Puede que en estos momentos esto no signifique demasiado para usted pero creo que, al menos, le reconfortará.

     Reparé en el nombre del remitente. Me resultaba familiar aunque no lograba asociarlo a nadie conocido mas, después de leerla, no puedo menos que afirmar que el embajador estaba en lo cierto en cuanto a que, en efecto, mi espíritu ha cobrado vigor y se ha reafirmado mi confianza en que saldré con bien del aprieto en que me hallo. Por otra parte, debo añadir que me abruma el hecho de que persona tan distinguida se dirija a mí.

   Y para aseverar estas palabras, transcribo a continuación el contenido de la carta:
               
Sociedad para la Abolición del Tráfico de Esclavos

Al  Hon. Ian Talling, Segundo Teniente, Segundo Batallón, 87 Rgto.

Mi muy apreciado hermano.

  Permita su señoría que le llame hermano pues aunque no tengo el honor de conocerle en persona creo saber lo bastante de su persona como para tratarle de tal.

  El motivo de esta breve epístola no es otro que transmitirle a su señoría el agradecimiento y los buenos deseos que nuestros hermanos han expresado repetidamente a propósito de los hechos acaecidos en el barco negrero conocido como Portobelho, y la decisiva actuación que su señoría y sus compañeros de cautiverio para evitar que las desdichadas almas que transportaba aquella infame embarcación acabasen reducidas a la triste condición de ser una mera propiedad sometida al arbitrio, y la crueldad, de hombres sin fe que se lucran a costa de la desgracia de sus semejantes.

  Deseo, mi apreciado señor, que sepáis que desde que tuvimos noticias de su captura por parte de la Marina de los Estados Unidos nuestra Sociedad no ha dejado de rogar por su alma, y la de sus compañeros, y que nuestros hermanos de Norteamérica habían recaudado fondos para sostener su defensa ante los tribunales del Territorio de Louisiana.

  Afortunadamente la pronta actuación del cónsul español en Nueva Orleans, quien gentilmente se hizo cargo de los gastos, no hizo necesaria nuestra intervención aunque creo que le resultará grato saber que la cantidad que nuestros hermanos recaudasen, de un monto considerable por cierto, se ha invertido en la liberación de cuarenta y ocho cautivos del Portobelho quienes en estos momentos deben estar ya iniciando una nueva vida como hombres libres en Sierra Leona.

  No está en mi ánimo extenderme más de lo debido pues no habría papel ni tinta en el mundo en cantidad suficiente como para poner por escrito el profundo agradecimiento que mis hermanos, y quien esto escribe, debemos a vuestra señoría y a sus valerosos compañeros.

  Rogamos por que el Todopoderoso vele por su señoría en el cumplimiento de sus deberes para con Nuestro Soberano (Q.D.G.) y con la Patria y le libre de los peligros que ha de arrostrar en la lucha contra los enemigos de S.M. Es mi sincero deseo poder tener el honor de conocerle en persona e imponerle la medalla de oro de nuestra Sociedad, sufragada por suscripción popular, como una pobre muestra de nuestras reiteradas gracias por su noble proceder.

  Así pues, en tanto no se produzca el feliz encuentro al que antes me he referido, considérese su señoría como un hermano de quien esto escribe, y de las muchas nobles almas que cada día aportan sus esfuerzos para la erradicación de esa vil institución que es la esclavitud.
         Atenta y respetuosamente vuestro
Thomas Clarkson



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