Veinticuatro de Marzo de 1810 (Anno Domini). Isla de León
Aún cuando escribo estas
líneas, después de haber despachado con el general Stewart, los capitanes
Pendlebury y Poole y el señor Arliss, no acabo de estar seguro de que,
efectivamente, me aguarda una misión.
Me siento igual que el día
antes de partir con los falsos prisioneros de Emil Saiffer, o antes de que la
Succes levara anclas de Lisboa y zarpase hacia la terrible aventura que hube de
arrostrar en África. Supongo que debe ser habitual rememorar pasados episodios
en vísperas de un hecho importante e, igualmente, imagino que la experiencia
(que habré de ir adquiriendo si los azares de la guerra no lo impiden)
convertirán esas ensoñaciones en una mera anécdota.
Pero, en cualquier caso,
la excitación que me embarga ante el cometido que me aguarda es acaso más
intensa que el temor a los peligros que conlleva.
Tal y como narró el
general Stewart, hay partidas de guerrilleros en la retaguardia francesa que
precisan de armas. A cambio de proporcionárselas, pueden suministrar
información sobre el despliegue francés e, inclusive, actuar coordinadamente
con nuestras fuerzas y las españolas.
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Gallineras Altas |
Ya ha habido contactos con algunos de estos
grupos a resultas de los cuales se ha decidido el envío de una remesa de armas,
que se halla en las bodegas del HMS Pigeon,
al ancla cerca de la isla de Sancti Petri. Mas, para que la operación resulte
exitosa, es preciso que un oficial británico pueda comunicarse personalmente
con los cabecillas a quienes se envían las armas. Como no hay muchos de
nosotros que hablemos español, y hay mucha necesidad de ellos en Cádiz, he sido
seleccionado para la tarea.
Debo decir sin falsa modestia que estoy
orgulloso pero faltaría a la verdad si no consignase que el hombre que debía
llevar a cabo la misión, uno de los oficiales del Pigeon, está postrado en un hospital de La Carraca con una pierna
fracturada.
Oficial Royal Engineers |
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